viernes, 6 de junio de 2008

Arma de doble filo

Hace unas horas tuvo lugar la escena que temía desde hace tiempo involucrando a mi pequeño hermano de tiernos 11 años de edad, a quien me he ocupado de moldear cuidadosamente a fin de convertirlo en un ser ejemplar.
Hace tiempo ya que lo senté a ver a Hendrix quemar su guitarra en Monterey dejándolo boquiabierto -cuando hace una semana le pidieron en el colegio que armara la biografía de un personaje, Jimi fue su elegido-, hemos pasado horas hablando de historia europea después de que me preguntara quién fue Mussolini, me ocupé de que su primer CD propio fuera Revolver, lo aliento a leer a Poe, vemos religiosamente Peter Capusotto y Sus Videos juntos, etc.

Ahora bien, me encuentro esta mañana preparándole albóndigas para que coma. Yo, con mis manos llenas de repugnante carne picada que soporto solamente por amor a él, estoy escuchando Credulidad de Pescado. El pibe viene, y con su mejor cara de yomelassétodas y la voz de Luis Almirante Brown empieza a cantar "clorofila del tieeeempo, nada me interesaaa...". Antes de que llegue a la parte de "vení, acercate que te enjuago la almeja", lo paro en seco. "Sos un tarado" le digo. "Pero si es igualenennn" me tira mientras se va para arriba, cagándose de risa, encarnado en lo que a esta altura adoptó como su alter ego (fuera de joda: "no me quiero lavar los dienteseneeenn", "eso no es rocanroleennneenn" y demás frases le salen escalofriantemente naturales).

Hablando en serio, si Capusotto termina haciendo que el pendejo le pierda el respeto a Spinetta, va a dejar de caerme tan simpático.
Y mejor no dejo que escuche Por.

sábado, 24 de mayo de 2008


Feliz cumpleaños, Robert

martes, 29 de abril de 2008

The Shins: Ni tan indies ni tan populares


Una Natalie Portman bastante pirucha está en la sala de espera del consultorio con Zach "eldeScrubs" Braff. Recién se conocen, y ella le encaja los auriculares de su discman. "Van a cambiar tu vida" le dice, justo antes de hacerle escuchar New Slang.
Esa fue la primera vez que escuché a The Shins, hace un par de años cuando veía Garden State, película de esas de "bajo presupuesto" en Hollywood, que salen como 2 millones de dólares. La brumosa introducción de New Slang se va colando a través de tus oídos, muuuy de a poco, hasta que la voz de James Mercer empieza, hipnótica: "gold teeth and a curse for this town were all in my mouth...".


The Shins, banda oriunda de Albuquerque, Nuevo Mexico, está integrada por el tecladista Marty Crandall, el bajista Dave Hernandez, Jesse Sandolval en batería y el cantante, guitarrista y compositor de todo el material de The Shins, James Mercer. Cuatro tipos con mucha pinta de perdedores, bien bien raros. Podrían ser los cuatro de The Big Bang Theory (que, dicho sea de paso, está buenísima).

El contrato para el primer disco de la banda en 2001, llegó en el momento justo para Mercer, quien ya estaba resignándose a tener que volver a la universidad a falta de éxito musical, y hasta avisó a sus padres, "éste es mi último intento con la música".
Es que Mercer cargaba en sus espaldas con un largo camino recorrido, no solamente en la música. Pasó su infancia trasladándose de una punta del planeta a la otra, sintiéndose indefectiblemente el bicho raro, debido al trabajo de su padre, un coronel de la Fuerza Aérea. Así que una vez que retorna a Estados Unidos, ya está curtido en el asunto de la carretera, habiendo absorbido de primera mano influencias musicales de los lugares en los que vivió, como le sucedió con The Cure y The Smiths durante su estadía en Inglaterra.

El gérmen de The Shins sería la anterior banda de Mercer, Flake, a la que más tarde se unieron Sandoval y Crandall, impresionados con la personalidad y talento de James. Sin ambargo, la banda no duraría mucho más. Los nuevos intereses musicales de Mercer junto con su necesidad de abandonar la forzada actitud punk que venía manteniedo, llevaron a un cambio de dirección que se traduciría en la formación de The Shins. Ahora Mercer, tipo obsesivo y detallista, se convertiría definitivamente en el director de la orquesta, consolidándose como el indiscutible frontman de la banda.

Finalmente, Oh, Inverted World, el primero (y mi favorito personal) de los tres discos de The Shins (después vendrían Chutes Too Narrow en 2003 y el más reciente Wincing The Night Away, del 2007), junto con la participación en el soundtrack de Garden State, los propulsaría a la fama, o por lo menos a toda la fama a la que puede ser propulsada una banda que es catalogada como indie, y está orgullosa de serlo.
Según Mercer, se trata de poseer una originalidad que no abunda en éstos tiempos: "Creo que bandas indie como nosotros o Modest Mouse se están volviendo populares por el mismo motivo por el que yo compré una casa de 1940. Crecer en la era del Wal-Mart y 7-Eleven -otra cadena de supermercados-, que fueron el paisaje de mi infancia, te hace estar hambriento por autenticidad. Hay algo real ahí afuera que podés comprar, pero tenés que escarbar para encontrarlo. La gente está harta de la falsedad.".
Y parte de ese ser auténticos surge del mismo proceso creativo que origina los discos de The Shins. Las letras y melodías están impregnadas de la melancolía y el sentimiento de no encajar de Mercer, así como también de las circunstancias concretas en las que las canciones fueron escritas: Wincing es una fiel muestra de esto con su atmósfera sombría y aún más melancólica que los discos anteriores, que refleja los tiempos difíciles que atravesaba viéndose atado a un trabajo que no le gustaba, la separación de su novia de ese entonces y el insomio que lo aquejaba. Y contribuye también a esa oscuridad el hecho de haber vivido junto a una crack house, donde veía "cómo un proxeneta muele a palos a una prostituta sin dientes", durante la composición del disco.

Sin embargo, a la hora de grabar Wincing, Mercer cambió de ambiente y se mudó a Portland (donde compró la ex casa de Elliott Smith , la cual muestra orgulloso a sus visitantes), aunque manteniendo el método para hacer discos que emplearon en los dos primeros con tan buenos resultados: es en el sótano del cantante donde la banda se instala para grabar; un acontecimiento que se toman con mucha calma. Obtienen el sonido rico en texturas, atmosférico pero relajado, que persiguen, creando idénticas condiciones en el estudio. El propio bajista de la banda describe las "raíces del grupo como colocarse y escuchar a Pink Floyd". Mucho estar tirado en sillones tomando cerveza y fumando porro a las 5 de la mañana, dicen, fue básicamente de lo que se trató el proceso de gestación de OIW.

No sé si, como dice Natalie Portman, The Shins te van a cambiar la vida. Pero vale la pena dejarlos intentarlo.





jueves, 24 de abril de 2008

5 Canciones buena onda

5 canciones, medio boludas algunas de ellas pero que me ponen de buenas.


1- Mint Car - The Cure



2- The World Ain't Slowing Down - Paul Ellis



3- The Boys Are Back In Town - Thin Lizzy



4- What's The World Got In Store - Wilco



5- A Friend Like You - Aberfeldy

miércoles, 16 de abril de 2008

"A Love Song For Bobby Long" o "De cómo el mundo conspiró para que no durmiera siesta"


Tarde de zapping. Ultimamente vengo durmiendo pésimo y sé que tengo que dormir la siesta aunque sea media hora si pretendo sobrevivir hasta la noche. Así que me tiro en la cama, control remoto en mano, y hago un recorrido de punta a punta de la programación para encontrar algún programa medio pelo de esos que siempre me ayudan a conciliar el sueño.

Paso por Hallmark, canal de las películas de chicas adolescentes embarazadas por excelencia, y me paro ahí. La escena muestra a un grupo de hombres y una chica reunidos en una especie de jardín de atrás lleno de basura/descampado, sentados en sillones medio arruinados, guitarra y botellas de cerveza a su alrededor. El que está sentado en el sillón de dos plazas y que está contando una historia sobre su infancia con la intención de incomodar a la chica, es John Travolta, con el pelo teñido de rubio, casi blanco. La chica es Scarlett Johansson.

Y acá tengo que hacer un paréntesis. Scarlett Johansson me cae pésimo. Mi amiga Vicky me dice que es porque le tengo bronca. Lo que es totalmente cierto. No soporto que sea tan linda. Pero sobre todo porque no es linda linda, "Valeria Mazza linda". Es linda porque tiene un algo. Es linda "Scarlett Johansson linda". Listo, lo reconozco. Pero mi antipatía por Johansson viene desde hace rato. Viene de esa película que nunca supe cómo se llamaba, donde hace de la versión adolescente rebelde de la nenita rusa o yugoslava o checoslovaca que queda en su país natal cuando sus padres huyen buscando el sueño americano, repatriándola más tarde y provocando que la pibita nunca se adapte a esa vida occidental. Y viene más que nada de haberla visto en Scoop tratando de hacerse la inocente-simpática. Scarlett: no te lo cree nadie. No así con su personaje en Matchpoint, ese te lo creíamos todos. (Sí, ya sé que muchas personas, especialmente el público masculino, que con la sola mención de Scarlett empiezan a babear y a balbucear incoherencias, van a disentir conmigo. Y bueno, así es la vida.) Cierro paréntesis.

Pero bueno, una cosa no quita la otra, y para que vean que no soy resentida, acá tengo que darle crédito a Johansson, tantas veces defenestrada por mí. Obvio, está inaguantablemente linda. Pero también espontánea y sincera y transparente. Así que por un rato me cae bien.
Como agarré la película por la mitad, no me enteré hasta una vez terminada de qué iba la historia, ni siquiera sabía el nombre. Una vez más imdb.com contribuyó en ilustrarme: En A Love Song For Bobby Long (hacía falta un nombre taaaan empalagoso?), Johansson es Pursly, una chica cuya madre, Lorraine, cantante ella y víctima de numerosos vicios, borrose durante toda su infancia, teniendo que criarse prácticamente sola. Como es de esperarse, Pursly es un desastre. Y cuando Lorraine muere, la chica tiene 18 años y hereda la casa que ella compartía con otros dos individuos, Bobby (John Travolta, que tan pero tan lejos está del personaje horrible que hacía en Grease que me viene a la cabeza cada vez que lo nombran), un profesor de universidad retirado que carga con una historia bastante pesada en su espalda, y Lawson (Gabriel Match, y acá tomamos un poco de venganza nosotras) quien fue alumno de Bobby, y que fanatizado, se terminó convirtiendo en su sombra y mejor amigo. Pursly, para poder conservar su herencia, se ve obligada a mudarse con los dos muchachos, enfermos de la literatura y de vinos, cerveza y prácticamente cualquier sustancia inflamable, a la casa en Nueva Orleans.

Hay solamente dos lugares de Estados Unidos que me gustaría conocer: Nueva York y Nueva Orleans. Y más después de ver la película. Atardeceres naranjas, sauces, lagos pantanosos, bares oscuros y bastante ruinosos. Y obvio, la música. Se debe respirar en el aire ahí; el jazz y la música negra están tan arraigados en esa tierra que se hacen inseparables (interesantísima banda de sonido, además).

Al final no dormí un corno. Pero no fue una mala forma de pasar una tarde de frío, tapada hasta los ojos y viendo cómo se pone el sol en Nueva Orleans desde la cama.


viernes, 11 de abril de 2008

Sólo los Chicos (y Mex)


Hace unos días me acordaba del For Fai y recurrí esperanzada a Youtube, a ver si aparecía alguna punta de lo que era ese enorme programa. Y sí, obvio, encontré algunas cosas. Youtube se está convirtiendo en el gran soporte de los programas de culto de los que nos acordamos con nostalgia. Yo tenía menos de 10 años en esa época, hay montones de cosas que pasaba por alto. Pero después de ver esos videos, volvió todo.

El mundo For Fai era muy bizarro. Lleno de mini profesionales, opinólogos, obreros, amas de casa, etc. que parecen chicos pero hablan como grandes; ese mundo estaba como estancado en algún lugar de los 50, gobernado por el líder político/dueño de la corporaciónForFai (que acá vendría a significar algo así como "El Sistema"), Orwell For Fai. Nunca supimos muy bien quién era, además de un gran Dueño del Todo. Pero tenía a su vocero, Mario Podestá (el siempre bien ponderado Mex Urtizberea). Y toda una maquinaria de propaganda política a su servicio en un mundo que parecía en pleno desarrollo industrial, sindicatos y movimientos militantes incluídos (como por ejemplo, el Movimiento Anarquista de Fabricantes de Empanadas). Todo un universo bien completito era el mundo For Fai.

Una pavada de concepto, no? Más si se tiene en cuenta que era un programa para chicos que pasaban en Cablín (aunque más tarde pasó por América y TyC), que además estaba también hecho por niñitos de entre 6 y 15 años todos ellos, capaces de pasarle el trapo sin ninguna dificultad a cualquier pichón de Cris Morena si de talento se trata. Era todo improvisación lo de los purretes: un par de pautas para la escena, y de ahí al aire.

Así que para los nostálgicos como quien les escribe o para los que nunca siquiera escucharon de la existencia de Magazine For Fai, acá hay una muestra de cómo iba el tema. Como decía Mario, nos vamossssss, por allá (abajo).


Con talkshow y todo: "Mesa con Gente"





(Se hace evidente a veces lo quemados que estaban algunos de lo pibes. Los mandaban a la tele para que no rompieran en la casa.)




Un clásico: Bellini, el mentalista de la corporación













(con respecto al título: soy muy mala, horrible, para elegir títulos, por eso muchas veces uso canciones o frases hechas. "Sólo los chicos" no es muy bueno que digamos, pero teniendo en cuenta que podría haber usado otras canciones como "Que se vengan los chicos", el que elegí la rompe. Además en el verano pasaron en Volver un recital de Fito en el Gran Rex en el 90, de esos buenos tiempos de Tercer Mundo, y hay una versión que hace con los Illia Kuryaki, un par de borregos por ese entonces, que redimió la canción.)

martes, 8 de abril de 2008

Teorías


Teoría 1: Cuando se tiene ciertas cosas en común con otra gente, ciertos gustos, como libros, música, películas y esas cosas, el mundo se hace menos que un pañuelo. Posiblemente tengan los mismos discos en sus casas que los vuelven locos, vean compulsivamente las mismas series de televisión, apilen los mismos libros en sus bibliotecas y, más que probable, te los encuentres en todos lados.

Y apoyando lo que digo, habla sabiamente Rob (High Fidelity): "I agreed that what really matters is what you like, not what you are like. Books, records, films, these things matter. Call me shallow but it's the fuckin' truth". ("Acordé que lo que realmente importa es lo qué es lo que te gusta, no qué es lo que sos. Libros, discos, películas, esas cosas importan. Llámenme superficial, pero es la maldita verdad.")


Teoría 100% confirmada empíricamente por mí; tengo una lista de nombres y situaciones que lo comprueban.



Teoría 2: Si tipos como Hendrix hubieran sobrevivido más tiempo del que vivieron, el mundo hubiera explotado. Directamente. Eran sencillamente demasiado talentosos, demasiado sensibles y demasiado buenos para aguantar acá, o mejor, que esto aguantara con ellos haciendo sus cosas (mamadera, si Hendrix hizo lo que hizo en, redondeando para arriba, 5 años, qué nos hubiera esperado si seguía un par de décadas más). De todas formas, nunca hubieran llegado a viejos. No me imagino a Janis agonizando en un hospital a los 80, rodeada de nietitos. Se tenían que ir haciendo ruido.

Teoría 2 Bis

La excepción a la regla, que siempre la hay, tiene que ser Dylan. Lo más lógico hubiera sido que espichara en el accidente de moto del 66; que quedara congelado en el poster del músico consumido por los excesos de rock, y encima coronando su corta vida con un Blonde on Blonde. Tipo Janis con Pearl (los discos post mortem siempre quedan bien en estos casos). No le faltaba nada al mito, ni siquiera en ese momento.

Pero no. Aguantó nomás (después de desaparecer repentinamente y por un rato largo, como para dejar a todos con las ganas, revive de de las cenizas. Perfecto, de película. Dicen las malas lenguas que en realidad el accidente no fue nada grave, que lo usó para desaparecer de escena por un tiempo. Si se trató de una movida de prensa, qué buena que fue.). Por suerte para todos nosotros, obvio. Pensar que nos hubieramos perdido Nashville Skyline, New Morning, los tremeeeendos últimos discos, BLOOD ON THE TRACKS! me resulta simplemente horroroso, no quiero ni pensarlo.

Discutiendo el tema con mi amigo Charly, él dijo "Es que Dylan es Dios". Yo diría que más que ser Dios, lo que el tipo hizo fue venderle el alma al diablo. Mucho más probable.


martes, 1 de abril de 2008

Uno para hoy


"thrash/black metal/rap cristiano" se autoclasifican los Vetiver en su página de Myspace. Pero nada que ver. En realidad, si hay que meterlos en alguna de las bolsas de los géneros, irían en esa del new folk. Pero no me gustan mucho las etiquetas, así que tampoco importa.


No tengo mucho tiempo para desarrollar, nada más tiro recomendación y me las pico: To Find Me Gone, segundo disco de Vetiver, banda liderada por Andy Cabic que anduvo por estos pagos el año pasado, tocó en La Trastienda para el Nuevos Aires Folk 2007 y que tienen un batero fanático de nuestro Luis Alberto Spinetta. Y el resto, averiguenlo escuchando el disco por aquí.





lunes, 24 de marzo de 2008

Golpeado, pero vivo

Por Eduardo Aliverti (publicado hoy en Página 12)

Hoy se cumplen 32 años del golpe y el periodista estaba repasando, como lo hace con atención especial cada vez que se trata de un acontecimiento de esa naturaleza, lo que en su momento o en varias circunstancias supo decir sobre el tema. Y volvió a encontrarse con una columna de hace unos años, respecto de la cual vuelve a parecerle que no tiene que alterar virtualmente nada. Y no está nada mal eso de sentirse ratificado.


Cabe seguir afirmando, para empezar, que el golpe del ’76 cambió a los argentinos hasta un punto que sólo los mediocres sin retorno (en fin, como todos los mediocres) son incapaces de advertir. Y que mucho más allá del apoyo declamatorio al sistema democrático, no hay correspondencia estricta entre el rechazo, el asco o la vergüenza por lo ocurrido y tolerado; y la práctica de esos sentimientos cuando se los traslada a acciones concretas. La historia oficial y el imaginario colectivo continúan arreglándoselas a fin de convencer(se) de que el 24 de marzo de 1976 desembarcó porque sí una banda de carniceros humanos que, también porque sí, perpetró una de las masacres masivas más escalofriantes del siglo XX. De modo que es significativo que, también siempre sin mella de su rol genocida ni de su carácter mafioso, haya que insistir en el papel de las Fuerzas Armadas como instrumento supremo de las patronales “económicas” locales y universales. La cuenta de cómo la civilidad no termina de adquirir conciencia acerca del para qué del terrorismo de Estado sigue vigente, al igual que no suponer por eso que el pueblo argentino volvería a ver pasar como si nada una determinación asesina de esa naturaleza. Pero muchas actitudes individuales y sociales, políticas y corporativas, pequeñas o enormes, ratifican igualmente la permanencia de bajos instintos inquietantes.


Es hacia ese sentido que el golpe de hace 32 años es definible como “vivo” en cada idiota que pide mano dura para acabar con la inseguridad urbana, como si sus causas no fueran estructurales y se tratase, otra vez, de arreglar las cosas a sangre y fuego. Lo mismo para el registro de que no hay una clase dirigente intermedia con cojones y eficiencia patrióticos, porque desaparecieron a los mejores cuadros militantes. Lo mismo para los gruesos sectores de clase media que, después de fantasear con el dólar barato y los viajes al exterior del cuarto de hora milico, volvieron a hacerlo con el amanuense milico Domingo Cavallo; y ahora con querer salvarse solos sin negrada sindical o marginal que les corte el tránsito (eso queda reservado para la comprensiblemente indignada gente del “campo”). Lo mismo para los periodistas y medios de comunicación apologistas del golpe, “intelectuales” del golpe, escribas del golpe, capaces de no ensayar ni un atisbo de arrepentimiento transcurridos más de 30 años (aunque bien puede decirse que si lo hicieran marcharían en contra de su propia razón de ser, en tanto son parte inescindible del poder, ayer y hoy). Lo mismo para las cúpulas eclesiásticas que bendijeron las armas y las torturas y las descargas de 220 voltios en las vaginas de las embarazadas, tan preocupados los príncipes de la Iglesia por el derecho a la vida. Lo mismo con las tribus de la policía, que no reconocen su origen pero sí su desarrollo en aquellos años de repartir el botín de las casas de los secuestrados. Lo mismo con los votos a las crías que vieron crecer sus empresas en la dictadura. Lo mismo con la explotación agropecuaria concentrada en unas pocas y monumentales manos. Lo mismo con una ley de Radiodifusión en la que persiste intocada la firma de Videla en 1980, tanto como la de Martínez de Hoz, de 1977, que regula la actividad bancaria y financiera. Lo mismo en el trabajo y el empleo precarios gracias a la desarticulación del tejido social, obras todas paridas por los monstruos de hace 32 años. Y lo mismo en cada oprimido que reproduce el discurso del opresor, y en cada pobre y cada pobre diablo que se enfrenta con cada pobre y cada pobre diablo.


Sigue también vigente que esta muy escueta lista puede ser cotejada con otra mucho más amena, conformada por aquello que enseña lo muerto del golpe: franjas juveniles e intermedias de todas las clases sociales, enemistadas a rabiar con el autoritarismo (al menos si se lo ve con lo que identifican como agresión a su individualidad, y no con la dictadura mediática que les pauta gustos y costumbres); una conciencia casi inercial respecto de dónde habita el enemigo; la probanza histórica del infierno a que condujo mirar para el costado. Y, cómo no, los pasos positivos que dio la política institucional, en este gobierno y en la primavera alfonsinista, en torno de juzgar a los genocidas gracias a la acción inclaudicable de los organismos de derechos humanos. Resta todavía –y de allí la historia oficial reacia a profundizar– el juzgamiento completo, o siquiera parcial, de los responsables económicos mandantes de los militares. Aquella respuesta del porque sí, a propósito de por qué desembarcaron esos criminales con uniforme un 24 de marzo de 1976, tiene saldo pendiente en los institutos de formación castrense, en el modo de enseñar la historia a los pibes, en los programas del periodismo “independiente”, en cada cómplice y en cada tonto que obvian profundizar las respuestas en cada casa, en cada discusión de las que todavía haya sobre lo que pasó, en cada displicencia familiar. Todo lo lejano que hoy parece el golpe se acerca, agazapado pero amenazante, cada vez que da lo mismo si extraditan a un represor, si parece del tiempo de las cavernas que juzguen a los culpables de los fusilamientos de Trelew y a la Triple A, si se busca la forma de acelerar los juicios a los asesinos. Cada vez que todo eso dé lo mismo, como da lo mismo cada día que pasa sin saber qué pasó con López, el golpe está vivo. Golpeado, pero vivo.


La lista que lo demuestra debe dejar en alerta constante a las franjas más lúcidas de la sociedad. Parece una obviedad hasta irrespetuosa, pero hay quienes cayeron en la inmovilidad, o en el conformismo, a partir de satisfacerse con algunas zanahorias que la inteligencia del poder supo mostrar.


El periodista insiste en creer que el listado debería promover alguna reflexión entre quienes creen que la muerte del golpe es absolutamente definitiva. Y quienes caen en la trampa de reproducir, bajo formas renovadas, el ideario de quienes hace 32 años desataron la más grande tragedia de la historia argentina.

NUNCA MAS.


lunes, 17 de marzo de 2008

It's all over now

Tres meses de cuenta regresiva, varios años de decir "imaginate si viniera Dylan..." como si fuera casi lo más imposible del mundo, todo ese tiempo, se suspende por dos horas y después se esfuma. Going, going, gone. Se terminó.
No puedo evitar que me invada el bajón cuando se termina algo que estuve esperando por mucho tiempo, con las expectativas más grandes que es posible tener, pellizcándome todos los días para ver si era verdad. A eso hay que agregarle además las más que mínimas posibilidades de que Bobby vuelva a estar entre nosotros.

Llego al VIP Gold, sector D, fila 13, que después se llenaría cincuentones emocionados, chicos y padres que hicieron de su admiración por Bob un asunto familiar, gente exagerádamente cool y famosos que rascaron la entrada de algún canje (seré puro prejuicio, pero alguien se imagina a Luisana Lopilato comprando The Freewheelin'?), y ya se me cierra el estómago de ver lo cerca que voy a tener a Dylan. Tan cerca que le voy a ver las arrugas.

Y salió. Piel de gallina, escalofríos, creo que grité. A partir de ese momento se me confunde todo lo que pasó durante las dos horas siguientes. Sé que fue más de lo que esperaba, que cantó mejor de lo que esperaba, que el repertorio me dejó más que conforme (que no es poco decir cuando hay que elegir 18 canciones de entre los cientos que compuso). Que cuando me muera, quiero que en el cielo haya una banda como la que tiene él. Wow, eran increíbles, por momentos me preguntaba si había venido a ver a Dylan o a la banda. La actidud, los trajes; parecía que habían salido del fondo de una cantina del lejano Oeste, de esas que tiene puertitas que se abren por la mitad y donde se arman peleas que hacen volar botellas de vidrio por los aires y que las mesas queden dadas vuelta, pero la banda sigue tocando en el fondo del local ajena a todo. Y ver esos momentos casi imperceptibles en los que Bob mira a alguno de los músicos y le hace una mueca o un guiño para marcarles el fin de la canción o qué viene ahora, no tiene precio. Me hubiera gustado que no se apagaran las luces entre canción y canción para ver también cuando les avisa qué canción sigue. Contuve la respiración cada una de esas veces, nunca se sabía con qué iban a salir después.

Y ahí estaban esa banda perfecta y el maestro de los maestros. Pasó casi todo el brillante Modern Times (nada más quiero decir una cosa: Nettie Moore) y un par de las joyas que alguna vez soñamos con escuchar (en realidad quiero decir una cosa más: Just Like a Woman. Casi me tira del asiento) y cuando me quise dar cuenta ya estaba gritando "how does it feeeeeeeeeeeel" y queriendo que ese segundo durara horas, días. Se van y vuelven. Los bises se pasan en una ráfaga furiosa; no puedo creer que mis oídos estén escuchando ¡Stuck Inside Of Mobile! por el mismísimo Bob Dylan en ese mismísimo momento, es insólito. El ojo gigante se despliega en el fondo del escenario para All Along the Watchtower y se levanta un poco de viento que siento en la cara y es perfecto. Ya está, digo, los dos bises de siempre y que el último apague la luz. Se acercan a saludar y pienso que Dylan parece más incómodo todavía de lo habitual sin un instumento adelante. Bob y los músicos se miran, intercambian palabras en otro de esos momentos indescriptibles (ver a Dylan interactuar con otros es digno de observarse) y ¡vuelven a los instrumentos!. Parece que ligamos unos minutos más de Historia.

Ahora el descargo: Leí la edición digital de Rolling Stone y es indignante. Bajo la crónica del recital se suceden mensajes despotricando contra Dylan. No pretendo que a todo el mundo le haya encantado el concierto, el tipo es y fue siempre difícil de digerir, pero es ridículo leer cosas como que una supuesta fanática diga sentirse estafada y más aún los que afirman que después del tercer tema ¡empezó a hacer playback!

Si no me molestara tanto, me resultaría graciosa la omnipotencia con la que hablan algunas personas: si hay un artista en el mundo que ya no tiene que demostrarle nada a absolutamente nadie, ése es Bob Dylan. Si tiene que cantar mal, lo hace y dudo que le preocupe taparlo con una grabación.

Sí, era casi imposible seguir las letras de las canciones. Sí, la voz sonaba rasposa y las versiones casi irreconocibles. No mira jamás al público ni habla más que para presentar a la banda. ¡Pero es Bob Dylan! Qué esperaban? Nunca tocó una canción de la misma manera dos veces, no canta bien ni quiere hacerlo. Además, más allá del show creo todos lo fuimos a ver él. Tener el privilegio de haber visto a Dylan con mis propios ojos pesaba tanto como escucharlo cantar cuando compré mi entrada.
Si alguien quería ver a un artista que suene igual que en estudio para poder cantar a coro todas las canciones, que se ponga la camiseta con la 10 en la espalda y que le dedique un tema a Maradona, la pifió con el show, capaz les vaya mejor en uno de Robbie Williams.

Dylan no esta intacto y el paso del tiempo dejó marcas, y grandes, en él, porque cambia a cada segundo, como siempre lo hizo, se mueve y se transforma al ritmo de su propio pulso y del de nadie más, y ahí está lo que lo hace genial. Y los que no pueden seguirlo, no lo entienden, y terminan diciendo cosas como que canta mal. 40 años atrás probablemente hubieran abandonado indignados el Royal Albert Hall igual que algunos abandonaron Vélez en la mitad del show. Hoy dicen este tipo de cosas, pero cuando se pone a tocar Stuck Inside Of Mobile ni se inmutan (¡¡¡Stuck Inside Of Mobile, por Dios!!!) como pasó el sábado con la gran mayoría de gente a mi alrededor.

Es cierto también que mi fanatismo me lleva a que, aún dando una actuación espantosa, para mi Dylan siga siendo el mejor y yo me vaya feliz a mi casa. Pero este recital estuvo lejos de ser el caso. El problema es que algunas personas piensan que Dylan podría seguir haciendo el mismo de hace 40 años como hacen los Rolling Stones. Por lo pronto, agradezco que haya habido suficientes personas que hayan pagado la entrada como para que el recital se pudiera hacer.


Yo me quedaré siempre con la duda de qué es lo que le pasó por la cabeza cuando decidió hacer un tercer bis.

jueves, 6 de marzo de 2008

Escenas borradas: Casi Famosos

Uno piensa que cuando una escena no llega a formar parte de la edición final de una película es porque no aporta lo suficiente a la historia, o porque no está a la altura del resto del film.

No es el caso de esta escena de Casi Famosos, que quedó afuera del film por problemas con la conseción de los derechos de Stairway to Heaven (Led Zeppelin siempre se rehusó a cederlos. Es por eso que en el DVD que incluye las deleted scenes de la película se invita al espectador a sincronizar su propio audio de la canción con las imágenes). Se supone además que era demasiado larga. De hecho, la escena gira alrededor de los personajes realmente escuchando la canción completa. Bastante inusual que una película le dedique más de 10 minutos a algo así. Parece que Cameron Crowe, director y guionista de la película que se basa en su propia experiencia de adolescente, se volvió loco cuando supo que no podía usarla. Y con razón.



Parte 1




Parte 2





Parte 3




Un par de datos bonus track: a) La mujer de negro y pelo corto, que se presenta como una de las prfesoras, es en la vida real la madre de Cameron Crowe, b) Frances McDormand, que interpreta a la madre de William, es en realidad fanática de Led Zeppelin.


domingo, 2 de marzo de 2008

Idiot Wind

Hay ciertas canciones que tardan en ser aceptadas, que necesitan ser escuchadas una, dos, cincuenta veces antes de que nos demos cuenta de su valor, antes de que se ganen un lugar en la lista de canciones que, recomendarías, nadie puede morir sin escuchar. Sin embargo, cuando finalmente las descubrimos se convierten casi en una obsesión.
Idiot Wind de Bob Dylan es una de esas canciones para mí. He aquí los motivos:


1- Debe ser mil veces más difícil escribir una buena canción de odio, sin caer en bajezas, manteniendo la poesía, que una buena canción de amor. Bueno, Dylan se las arregla. Y qué canción de odio, además.

2- La interpretación vocal de Dylan . Idiot Wind es la refutación máxima para las críticas a Dylan como cantante. Domina la canción soberbiamente, es suya por completo. Sube y baja la emoción alargando las sílabas, como es su marca registrada (alguna vez trataron de cantar una canción de Dylan, dándole ese efecto? Es un fracaso desde antes de haber empezado, infinitamente más difícil de lo que parece). Su voz se retuerce, se agazapa, se quiebra en los momentos justos, sangra. Dolorosamente visceral. Cómo no ponerse del lado de este pobre tipo, devastado por su amante?

3- No hay un verso en toda la canción que tenga desperdicio. De punta a punta, Dylan despliega su artillería pesada, todo el dominio verbal y poético del que es dueño. Las imágenes que evoca, de esas que al escucharlas nos hacen ver, oler, saber la hora del día en que suceden, donde las que provocan escalofríos de tan reales, de tan melancólicas. El Dylan narrador en todo su esplendor.
Por cuestiones de extensión (la canción tiene sus buenos doce párrafos), voy a tener que conformarme con citar un par nada más:

“There's a lone soldier on the cross, smoke pourin' out of a boxcar door,/You didn't know it, you didn't think it could be done, in the final end he won the wars/After losin' every battle.”

“The priest wore black on the seventh day and sat stone-faced while the building burned./I waited for you on the running boards, near the cypress trees, while the springtime /turned slowly into autumn.”


4- A diferencia de la mayoría de las canciones de Dylan, la musa inspiradora de Idiot Wind, tiene cara y nombre, su esposa, Sara Lownds. Aunque la relación tuvo después más idas y vueltas, Idiot Wind fue escrita por Bob en el ojo del huracán que lo que fue la tortuosa separación de Sara .
El hecho de que semejante muestra de odio y desprecio fuera inspirada por su esposa, hace que la canción sea aún más vívida, más real, y por eso, más efectiva en su impacto.


5- Es la canción con más furia que escuché o escucharé en mi vida. Una furia realmente profunda, además, que se desprende de haber sido herido en lo más hondo. Casi en llanto, Dylan alarga la última palabra de cada verso, convirtiéndolo en un aullido desgarrador.
Es un milagro que todavía sepas respirar, sos una idiota, nena, un día vas a estar en la basura, moscas volando a tu alrededor, estas abajo de todo, no puedo ni tocar los libros que leíste. Esas son algunas de las cosas que Dylan, puro veneno, le escupe en la cara a su mujer.
Pero para esto, no hay mejor muestra que la canción misma.

“You hurt the ones that I love best and cover up the truth with lies./One day you'll be in the ditch, flies buzzin' around your eyes,/Blood on your saddle.”

“What's good is bad, what's bad is good, you'll find out when you reach the top/You're on the bottom.”

“I noticed at the ceremony, your corrupt ways had finally made you blind/I can't remember your face anymore, your mouth has changed, your eyesdon't look into mine.”

I can't feel you anymore, I can't even touch the books you've read/Every time I crawl past your door, I been wishin' I was somebody else instead.”

“You'll never know the hurt I suffered nor the pain I rise above,/And I'll never know the same about you, your holiness or your kind of love,/And it makes me feel so sorry.”



6 – De pie y aplaudiendo para este final.

“Idiot wind, blowing through the buttons on our coats,
Blowing through the letters that we wrote,
Idiot wind, blowing through the dust upon our shelves,
We’re idiots, babe, it’s a wonder we can even feed ourselves.”

Al final, la culpa era de los dos.



La versión bootleg



Un día, cuando todavía la canción no me parecía tan impresionante, escuché la toma, interpretada solamente con guitarra y armónica, que aparece incluida en The Bootleg Series Vol. II. Desde ese momento me resulta imposible separar una versión de la otra. Puso al descubierto que el alma de la canción es tan intensa que trasciende absolutamente los instrumentos o los arreglos, incluso la letra (muchos fragmentos son distintos de los de la versión editada). Además evidencia una de esas cosas geniales de Dylan: muchas versiones piratas suenan tan bien como las editadas oficialmente, tanto que uno no sabe con cuál quedarse. Desnuda, más cruda, más cruel y más triste; me gusta más que la de Blood on the Tracks.

jueves, 21 de febrero de 2008


"Meñique blanco, arrugado, con articulación doble. Uñas largas que revolotean sobre el armonio de Allen como una criatura con tentáculos. Manos de cuero lechosas, curtidas, que nos dicen más cosas que su cara sobre la música y sobre dónde han estado. Manos antiguas, demoníacas, no humanas, que casi dan miedo."





LAS MANOS DE DYLAN, según Sam Shepard


Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera

domingo, 17 de febrero de 2008

De la semana

Cat Power en realidad se llama Chan Marshall. Ama Bob Dylan, su mamá le metía cerveza en la mamadera cuando era bebé, tiene considerables problemas con el alcohol y demases, causantes en muchas ocasiones de presentaciones desastrosas. Ahí están algunas de las cosas que aprendí sobre Chan Marshall en estos últimos días: con motivo del lanzamiento de su segundo disco de covers (que aparentemente, le salen muy bien), Jukebox, viene apareciendo indefectiblemente en todas y cada una de las revistas de música y suplementos de espectáculos que leo.
Se podría decir que encarna al lugar común del artista torturado por una infancia dura y los vicios en los que cayó.
Así es que, recientemente vuelta a mi hogar después de un mes de ausencia en Capital, lo primero que hago, es tocar a la puerta del universo Cat Power.
A las 5 y algo de la mañana cargo Jukebox, Moon Pix y The Greatest en el IPod y lo escucho tirada en la cama, sumida en ese estado nidormidanidespierta. Cat Power, lugar común? Si hay algo que la chica no es, es común.

Cat Power, mi solista (o descubrimiento) de la semana (y del mes, capaz del año).



"Song to Bobby": la única canción escrita por Chan que hay en Jukebox. Así como Bob tuvo su "Song to Woody" como homenaje a su ídolo, Woody Guthrie, Marshall hace lo propio con Dylan. Eso, más una declaración de amor sin ningún disimulo.

Más Cat Power en su página de MySpace. Hay también una preview de Jukebox.
http://www.myspace.com/catpower

jueves, 31 de enero de 2008

Beatles de frontera

Después de haber esperado (mejor dicho, dormido) 2 horas en la terminal de Bariloche por no haber conseguido lugar en el micro, llegamos al Bolsón. Recorro la feria que está en la plaza, que para mi gusto, se parece demasiado a los bosques de Palermo (tiene botecitos de esos a pedal y todo), comiendo con la mano frambuesas que vendía una viejita. Es lo único que compro ahí.

Tomamos un colectivo bastante destruido para ir al lago Puelo. El calor es terrible, hay tierra por todos lados y se hace más visible todavía cuando la luz se filtra dentro, mostrando la cantidad de polvo que flota en el aire. Estoy cansada y bastante sucia, pero en realidad no me molesta. Por el contrario: la situación se presta para imaginar cosas y pienso que estoy en uno de esos colectivos rojos llenos de gente y animales que se usan como adornos de mesitas ratonas, y que viajo por el medio de la nada, por algun desierto fronterizo. Cuando subo, el chofer, antipático, gruñe como contestación a mi saludo; viene escuchando una especie de cumbia colombiana en la radio vieja del colectivo con interferencia.

No pasan 10 segundos desde que noto la música, cuando empieza a sonar "Please please me" en la radio. Pienso que es una casualidad, no me ilusiono. Pero termina, y ahora suena "Twist and Shout" y después "Love me do". Es increible: el chofer que hace unos segundos estaba sumergido en el cachengue caribeño acaba de poner un disco de los Beatles. Aparecen como gotas de la civilización en este medio de la nada, y me resulta gracioso y genial, casi una obviedad, que sean justamente ellos la "civilización", quiénes más sino?.
Y la gente en el colectivo empieza a llevar el ritmo con el pie, algunos hasta mueven la cabeza. Unos pocos cantamos. Unos días atrás, en el hostel donde nos hospedábamos, pasó algo parecido. En la sala de estar pusieron "I saw her standing there" y automáticamente todos parecían un poco más felices, sonreían, bailaban un poco en sus asientos. Llegamos al Puelo, y cuando bajo saludo al chofer. Ya no me parece nada antipático, me sonríe y todo.

Pienso, una vez más, sonriendo para mí misma, en lo interminablemente universales que son los cuatro de Liverpool, en el lago Puelo, hasta en los desiertos de frontera. Aquí, allá y en todas partes.